ilusionado, feliz
viviendo.
Los medios de comunicación y las elecciones presidenciales en el Chile contemporáneo.
En las pasadas elecciones presidenciales en Chile, se dio un fenómeno que no ocurría desde los comicios de 1970: tres candidatos llegaban con reales opciones de llegar a una segunda vuelta electoral. Si bien desde 1990 que se habían reanudado las elecciones presidenciales libres en nuestro país, constantemente eran dos las alianzas políticas que competían por el sillón del ejecutivo: La Concertación de Partidos por la Democracia, y la Alianza por Chile. En 1990, el ganador fue Patricio Aylwin, secundado por Hernán Buchi, mientras que en 1994, Eduardo Frei logró un triunfo en primera vuelta, siendo segundo Arturo Alessandri. Sin embargo, en 1999 se alcanzó el peak de esta tendencia al encontrarse un Ricardo Lagos y un Joaquín Lavín en un empate técnico en el primer lugar. 47,96% contra un 47,51%(1) del total de los votos respectivamente, en una competencia de seis contendores. Para las elecciones de 2005, Michelle Bachelet se impuso frente a Sebastián Piñera, que resultó segundo.
Explicar esta tendencia, y el por qué en estas últimas elecciones se dio de diferente modo, es lo que trataré a continuación en este ensayo. Tomando como referencias estudios y teorías sociales de diferentes autores, definiré a los medios de comunicación como los principales autores, tanto del efecto ocurrido durante las elecciones de los cuatro periodos gobernados por la Concertación, como del cambio originado en los últimos comicios, que vieron en la figura de Marco Enriquez-Ominami, un elemento nuevo.
Primero, considerar que de los medios de comunicación tradicionales, radio, periódicos y televisión, estos dos últimos son los que demuestran de forma más notoria su línea editorial para mostrar los hechos. De ellos dos me basaré para explicar este fenómeno contemporáneo en las elecciones, y el [i]giro que se dio con ME-O. Considerando a los diarios de circulación nacional, dos de ellos pertenecen a Copesa (La Cuarta y La Tercera), diarios de una línea editorial de centro derecha, o derecha liberal. Los otros tres (Las Últimas Noticias, El Mercurio, y La Segunda) son parte de El Mercurio S.A. con una línea editorial de derecha tradicional. Mientras, La Nación es un diario oficialista, dependiente de la administración del gobierno de turno.
En la televisión, si bien es un poco más complicado definir líneas editoriales, se puede establecer que de los cuatro canales más importantes, Mega y Canal 13 son emisoras con una línea editorial de derecha tradicional, Chilevisión con una línea de derecha liberal, y TVN como un canal de tendencias cercanas al oficialismo. Nos damos cuenta entonces, de que en materia de medios de comunicación masivos, existe una parte que obedece a una línea de centro-derecha, y otra que es pro-oficialismo. Esto es importante a la hora de comprender la tendencia dualista de la opinión pública.
Jurgen Habermars ya hablaba hace doscientos años, de una “publicidad burguesa”. Un concepto en el cual se reunían personajes privados para debatir sobre la regulación de la sociedad civil y la conducción del Estado. Es lo que podríamos llamar una “oposición” no militante, puesto que los partidos políticos entidades intermedias entre la publicidad burguesa y el ámbito público, en el cual se desempeña el Estado. Ya que los medios, así como la sociedad civil, se encargan de verificar la administración del mismo ente público.
Lo importante de esta oposición no militante de los medios, es que ofrecen la tribuna para que los líderes de opinión expongan su pensamiento respecto de diferentes temas. Paul Lazardfield decía que la principal influencia sobre las preferencias electorales la ejercen otros individuos, los líderes de opinión. En el caso chileno, la línea editorial de los medios, que explicamos anteriormente, obedecen a dos posturas más o menos marcadas, hace que los espacios otorgados sean a líderes de opinión de sus mismas posturas. Esto va haciendo que las opiniones se vayan yendo hacia dos grupos grandes: la oposición de centro-derecha y el oficialismo.
Es acá cuando toma importancia la Agenda Setting, teoría de Maxwell Mccombs, y la estereotipación de Walter Lippman en la forma en cómo los medios se transforman en conspiradores del dualismo político en Chile. Lippman hablaba del “hecho”, como algo neutro. Sin embargo, para explicarlo, tenemos que crear una jerarquización de elementos a contar. Por eso, sólo accedemos a una porción incompleta de la realidad. Un aspecto de un suceso importante, pero no a la totalidad del mismo. Esto, le permite a los medios mostrar parte de un suceso según ellos los estimen conveniente, por lo que los ciudadanos forman opiniones a través de información incompleta.
Sumemos a ello la teoría de la “Agenda Setting”. Tal como mencioné más arriba, los medios hacen una jerarquización de elementos a contar. Así también como los medios jerarquizan qué es lo que se va a contar. “No dicen cómo pensar, sino sobre qué pensar”. Aplicando esto a los medios en Chile, la dualidad ideológica de los MCM más importantes va estrechando los temas que tienen que ver con sus intereses ideológicos o de línea editorial. No solamente temas políticos o centrados en el gobierno. La redefinición de la esfera pública transforma la función del Estado en la de atender los diferentes problemas sociales. En un periodo de elecciones presidenciales, los medios nos dicen sobre qué candidatos pensar, descartando al resto, los que no son partidarios de la misma línea editorial del medio de comunicación.
Sin embargo, los MCM no quedan exentos de la segunda etapa de la “Agenda Setting”, conocida como “framing”, en la que Mccombs señala que los medios también nos dicen cómo pensar respecto de los temas. Señalaba que siempe se destacan algunos pocos atributos del objeto informativo, y el resto queda en segundo plano. Esto quiere decir, que además de jerarquía de temas, existe una jerarquía de atributos. Si llevamos esto al plano de las elecciones, los medios nos dicen sobre qué candidatos pensar; y nos definen los atributos a considerar, que pueden ser diferentes, dependiendo de la línea editorial del medio en cuestión. Acá se situó la diferencia entre anteriores elecciones, y las últimas. De algún modo, los medios de comunicación incluyeron en su agenda mediática la figura de Marco Enríquez-Ominami. En vez de darle a la opinión pública dos candidatos, le ofrecieron tres, lo que significó el despegue del independiente en las encuestas de opinión.
Ahora faltaba definir las estrategias comunicacionales de cada candidato. Eduardo Frei representaba frente a los medios de comunicación afines a él, un signo de continuidad respecto de la gestión que realizaba Michelle Bachelet, que estaba siendo muy respaldada. Sebastián Piñera representaba el emprendimiento; el cambio, “la nueva forma de gobernar”, según decía su spot. Y Marco representaba ese sector inconforme con las otras dos “reales” opciones, la imagen joven, independiente de sesgos políticos.
Sin embargo, los medios opositores retrataban a Frei como parte de una coalición podrida y desarmada; a Piñera como un empresario al cual no le importa el rol social y militante del sector político que apoyó la dictadura; y a un Marco rebelde, sin un partido que lo respaldase, y sin experiencia política. Esto es importante, puesto que las personas que reciben la información, la respaldan o la rechazan dependiendo de dos criterios, esto según John Zaller: las Preconcepciones políticas; valores e ideologías, de las cuales es difícil persuadir. E información política; los acontecimientos políticos que se tienen en la memoria. En este segundo ítem se basó cada candidato con bastante profundidad para desacreditar a los otros dos, sobre todo en el caso de ME-O. Así salió el tema del indulto a Ángel Vargas en contra de Frei, el caso del Banco de Talca, en contra de Piñera, o las declaraciones de Enriquez-Ominami diciendo que no le gustaba Chile.
Ahora, si bien se da esta situación en los MCM más grandes, en teoría, existe espacio para que las otras opciones se manifiesten en esos medios también. Cartas al director, es uno de los ejemplos. La democracia se encargar de hacer lo que la mayoría dispone, pero también toma en cuenta a las minorías. Sin embargo, en el caso de las elecciones políticas en nuestro país, el efecto de la “espiral del silencio”, teoría de Elisabeth Noelle-Newmann, es notorio. Esta teoría señala que la opinión dominante lleva al silencio a las demás opiniones que existen en la vida social. Y esto permite entender, por otro lado, el rápido crecimiento de la candidatura de ME-O. Noelle-Newmann señalaba que la gente que se siente aislada es propensa al efecto del “carro ganador”. Las personas que pertenecen a la opinión pública no sólo eligen cómo piensan, sino con quien quieren estar. Si volvemos a las estrategias comunicacionales, ME-O representaba a los inconformes, a los de las opiniones silenciadas. Así fue como se transformó en el “carro ganador” de los que no estaban con ninguna de las otras dos opciones “reales” de los MCM.
Las encuestas terminaron de confirmar esa tendencia. La fuerza que utilizaron los medios para hacer despegar a Enríquez-Ominami, hicieron que su figura se legitimara frente a la opinión pública en Junio del 2009, cuando en la encuesta TNS de ese mes, se encumbrara en el segundo lugar de las preferencias, tras Sebastián Piñera, y sobre Eduardo Frei, con un 26,6%(2) de las mismas. Este es el punto bisagra del desarrollo de las elecciones presidenciales del 2009, que marcó la diferencia con las otras. Según Pierre Bordieu, en su texto “La Opinión Pública no Existe”, señala “Este es el efecto fundamental de la encuesta de opinión: se trata de constituir una idea de que existe una opinión pública unánime, y así legitimar una política y reforzar las fuerzas que la fundan o la hacen posible”(3). En el caso de estas elecciones, los MCM lograron que ME-O alcanzara tal notoriedad, que terminara justificando y legitimando su opción presidencial[ii] como real, a base de una encuesta de opinión pública, que lo situó dentro de los tres tercios, algo no visto desde 1970, cuando se enfrentaron Jorge Alessandri, Radomiro Tomic y Salvador Allende.
Luego de toda esta explicación, se entiende que los MCM, a través de los elementos ya mencionados, son capaces de establecer qué mostrar y cómo mostrar, cosa que, a la hora de una elección presidencial es relevante. Marín y Cordero decían que el rol que asumen los medios de comunicación es el de un criterio de legitimidad. Son los que hacen posible el mostrar o no mostrar algún aspecto del hecho, o del personaje, que lo graduarían frente a la opinión pública. Fue el caso de Marco Enríquez-Ominami, que de algún modo fue capaz de ser legitimado por los medios primero, respaldado por las opiniones silenciadas luego, y consolidado como una elección racional frente a la opinión pública gracias a las encuestas de opinión finalmente. Esto redefinió el escenario público de las elecciones, como no se hacía hace 20 años, y le dio un poco de condimento a un proceso que se veía igual que todos los anteriores, sin mucha sorpresa y con ganadores bastante obvios.