domingo, 15 de noviembre de 2009
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Crítica al Nuevo Periodismo

Hace más de cincuenta años atrás, una novela que fue publicada en 1966 cambió radicalmente la forma de hacer periodismo en Estados Unidos. “A Sangre Fría” llevaba por nombre, su autor, el periodista Truman Capote. En ella, relata el asesinato de una familia de Kansas perpetuada por dos criminales, que luego huirían por un tiempo, hasta que serían arrestados y posteriormente ejecutados.

Si bien a todas luces parece una novela como muchas de las que se han escrito a lo largo de los años, cuenta con un elemento que es distintivo: Todo lo que ocurre dentro de ella es real. Producto de un trabajo de investigación detallado, llevado a cabo por Capote, se recrean escenas y detalles novelescos para desarrollar un hecho periodístico duro. Esta novela supuso una revolución en la forma que tenían los periodistas para construir los relatos sobre las noticias que ellos cubrían, abriendo un mundo de posibilidades. Es el llamado “nuevo periodismo”.

Esta nueva forma de relatar las noticias tomaban los mejores elementos de la literatura y del periodismo tradicional. Del primero, usaban elementos realistas, como construir diálogos entre personajes, o describir detalladamente los escenarios e incluso ciertos aspectos físicos y/o emocionales visibles de los protagonistas. Del segundo, la rigurosidad de la investigación, el compromiso con el hecho, con el objetivo de manejar la mayor cantidad de información posible.

Sin embargo, estos mismos elementos son los que han distorsionado la sensación de realidad de los lectores. ¿Qué de lo que leemos hoy en día es verdad o mentira? Kant decía que la verdad se encontraba sujeta en el objeto, en su forma, y que unido esto a nuestra capacidad racional de comprender (a priori) cómo funciona ese objeto, permitía validarlo como verdadero. En el periodismo, este objeto es el “hecho”. El “hecho” en el periodismo es objetivo, es la acción que se comprende desde un punto de vista único, y por eso objetivo. Podríamos decir que el hecho es la premisa básica del periodismo, y así como el “ser pensante” planteado por Descartes es lo único incuestionable, éste tampoco se cuestiona.

Ahora, la crítica hacia el nuevo periodismo que expongo, se basa en la idea de que hoy en día no es posible saber qué de lo que periodismo cuenta es verdadero y qué es falacioso. Así como Descartes planteaba la posibilidad de un genio maligno que nos engaña referente a lo que experimentamos con los sentidos (La res extensa), existe un genio maligno en el periodismo que nos engaña en la percepción del cómo y por qué pasan las cosas. Un genio que delataré más adelante.

La delgada línea de lo que separa lo real y lo ficticio fue un tema que Descartes trató de dilucidar a través de su propia visión del un universo dual en el que vivimos. Partiendo de la premisa básica de que lo único existente sin necesidad de duda es nuestro ser pensante, se entiende extrapolarmente hablando, que para la existencia es necesaria la consciencia de la existencia. Yo debo estar consciente de que estoy pensando para darme cuenta de que existo. Y en los pequeños mundos individuales de las personas, esta característica sigue funcionando. Una persona “a” no sabe que una persona “b” existe hasta que se está consciente de ello. Para esto, es que Kant en su Crítica a la razón pura, expone que la razón debe retroalimentarse con la percepción de los cinco sentidos. Para que uno pueda estar consciente de la existencia de otra persona, debe verla, escucharla, tocarla, hablarle u olerla; o conocer su historia a través de uno de esos sentidos. Es por eso que Kant (Y Descartes) creían en la existencia de Dios, porque esa idea, según Kant, no venía de la percepción sensorial. Y según Descartes, la idea de Dios ya venía dentro de nuestro ser pensante.

Es por eso que en el periodismo a través de los hechos que relata, permite a la gente estar conscientes de que existen personas (A diferencia de la literatura, en la que se transforman en personajes), y que a esas personas les ocurren cosas. En una noticia del tipo “Incendio deja cuatro muertos”, caemos en conocimiento de que hubo un incendio y que cuatro personas murieron por causa de él. Es un ejemplo en extremo básico, pero que funciona bastante bien, ya que no es necesario ver el incendio, sentir el olor de la madera quemándose, o el calor que hace. Sino más bien, vasta con leer, oír o ver el hecho relatado en el periodismo para aceptar que ocurrió.

¿Por qué no se cuestiona? Básicamente, porque, así como Kant explicaba que debía existir un Dios que fuera garantía del orden universal del mundo (Porque de no ser así, no tendría sentido estructurar el mismo), el periodismo se transforma, por definición, en la garantía de lo que relata. La premisa básica del periodista es “ir en búsqueda de la verdad”. Y esa premisa básica funciona igual que la de Descartes, “pienso, luego existo”, como pilar de todo lo que se fundamenta a partir de él.

El problema radica en que la forma que adopta el nuevo periodismo de mediado de los sesenta hacia delante, por momentos se cruza con la literatura, adquiriendo más que sólo los elementos necesarios para “novelizar” los reportajes periodísticos, sino que también empiezan a crearse situaciones y escenarios venidos de la imaginación. En otras palabras, se cuentan mentiras bajo la premisa de que son verdades.

En 1981 Janet Cooke, periodista del periódico Washington Post, ganó el premio Pulitzer de periodistas por un reportaje-perfil sobre un niño de ocho años llamado Jimmy, que vivía en los suburbios junto a su madre y el concubino de ella. En su casa, se traficaba comúnmente todo tipo de drogas como marihuana y cocaína. En el relato, se detalla el ambiente que rodeaba al chico y cómo éste mismo pensaba que todo era normal, al punto de querer crecer para llegar a ser un gran traficante de droga. Esta historia la mezclaba con opiniones de médicos y otros expertos en el tema del abuso de drogas, o asistentes sociales que trabajaban con adictos a la heroína en determinados barrios marginales de Washington.

“El mundo de Jimmy” fue publicado en Septiembre de 1980 y causó gran revuelo mediático. Al punto de, como señalé, ganó el premio Pulitzer en la categoría de reportajes al año siguiente. Sin embargo, fue esa misma capacidad de consciencia que género en sus lectores lo que terminó por desenmascarar la mentira. Debido a que muchas personas querían ayudar a este pequeño a salir de ese mundo, fue que recurrieron a la periodista para encontrar su ubicación. Sin embargo, ella, al verse acorralada por sus colegas y la gente, confesó que había inventado la historia. Janet falló en la premisa básica del periodista, el compromiso con la verdad.

Este caso emblemático del periodismo norteamericano, sembró la duda de la fiabilidad de algunos medios de comunicación, atacando justo la premisa básica que garantizaba que lo que relataba el periodista. Y el hecho de haber cruzado la línea entre lo real y lo imaginario, utilizando la estructura otorgada del nuevo periodismo, ayudó a ocultar este cruzamiento. A partir de esto, se podía dudar del compromiso con la verdad que ostentaba el periodismo, por lo tanto, su pilar básico para su fundamentación. Ya no había esa garantía, el genio maligno de Descartes ya podía operar en todo orden de cosas.

Y este genio maligno lo representa la línea editorial de los medios de comunicación, y los autores de los escritos. El definir qué mostrar y qué no, el mezclar elementos verdaderos con falsos, y finalmente el inventar todo, como ocurrió con el caso anterior, nos engaña respecto del hecho en sí mismo. Esto, porque como exponía Kant, lo que definimos como verdadero es la mezcla de lo que percibimos más la idea, a priori, que conocemos sobre lo que percibimos. Esto, tomando en cuenta la idea de que la premisa básica del periodismo no es viable en todos los casos en el nuevo periodismo, y es cuestionable en el periodismo tradicional.

Entonces, es importante el hecho de conocer de dónde proviene el origen de lo que hoy en día leemos. Podemos tomar a “A Sangre Fría” por ejemplo, y compararla estructuralmente con “La Guerra de Galio”, obra escrita por Héctor Aguilar. Ambas comparten un desarrollo lineal de la historia, contextos verdaderos y, presentadas de la misma forma novelesca. La diferencia, es que “A Sangre Fría” es un reportaje periodístico estructurado a modo de novela, y “La Guerra de Galio” es una novela estructurada a modo de reportaje-perfil periodístico. Solamente, a través de los sentidos es imposible reconocer esto. Funciona como el ejemplo de la vasija de cera expuesta por Descartes. Debemos tener consciencia de que una vasija se mantiene igual en su esencia, aunque sus propiedades físicas cambien. Por eso es que debemos tener consciencia de que una novela periodística, es antes que todo, un trabajo que funciona a través de la premisa del periodismo, más allá de que su forma física mute a la de una novela. De no ser así, nunca se sabrá qué es real y qué no.

Y el origen de este conflicto se encuentra en la supuesta búsqueda de la verdad que expresa el periodismo. Partiendo desde el supuesto de que la verdad se encuentra en el hecho, el nuevo periodismo busca humanizarlo, abogando por la emocionalidad que se expresa en la literatura. El problema radica cuando por conseguir esa emocionalidad, el hecho pasa a segundo plano. Ya sea por presión, ideología, intereses económicos o políticos; el periodismo (y el nuevo periodismo en particular) se llena de genios malignos que intentan engañarnos. Para que no ocurra, éste debe funcionar tal cual funciona la metodología de Descartes y Kant, para que se mantenga la consciencia de que esta profesión trabaja protegiendo la verdad.
 
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"La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: si o no. en su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana."