jueves, 17 de marzo de 2011
Esto lo escribí a las 5:10 p. m. | Ya pues, comente acá

"Oh! el Elvis", dije mientras caminaba por el paseo Ahumada, casi llegando a plaza de armas. Y efectivamente era él. Un hombre bajito, moreno, con camisa roja y pantalones que le llegaban a las canillas. Tenía una radio vieja y parchada que estaba en un carro de supermercado. En el suelo, un cartel con el que pedía una colaboración para comprarse partes de una batería.

"¿Y tu batería?", le dije.

"Me la hicieron tira", me respondió.

El Elvis andaba veraneando en la playa, pero se vino por unos días a hacer su show en donde siempre lo ha hecho, que es el sector de paseo ahumada. Interpretaba temas del rey del rock y otras canciones de la misma calaña. Sin embargo, uno de esos días de verano, carabineros le requisó su instrumento. "Llegó la micro verde y se la llevó", me dijo.

En el cartel decía que iba a cantar un repertorio de baladas para conseguir alguna cooperación para comprarse parches para la batería. "En casa amarilla están a 20 lucas, muy caro", me dijo.

"Anda al mall de los chinos, ahí venden platillos y en una de esas encuentras parches", le dije, aprovechando de que yo también toco batería y conozco del tema. Además de que realmente "la casa amarilla" es cara. En realidad la mayoría de las partes de una batería son caras, así que es difícil encontrar algo bueno y barato.

Cuando El Elvis fue a buscar su batería al corral donde la tenían guardada, los guardias del local se la rompieron antes de pasársela. "Reclame, pero a estos hueones ni les importó", me dijo.

"No he podido hacer mi show", me dijo. En su mano tenía una suerte de micrófono que hizo él mismo con partes de un parlante de radio de auto y cables sueltos. Invitaba a la gente a que se acercara y que le diera unas monedas. No podía hacerlo porque el reproductor de mp3 que tenía conectado al equipo de radio viejo comentado anteriormente, se había quedado sin pila.

"Pero saca plata del tarrito y cómprate una pila", le dije, mencionando el tarro que tenía frente al cartel en donde recibía las monedas. Miré, pero sólo habían trescientos pesos. Y encontrar una pila triple A a ese costo es medio complicado, porque en los kioskos sólo venden pilas alcalinas.

De repente el Elvis saca las monedas del tarro y me las pasa. "Anda a comprarme una pila", me dijo. "Una mula nomás, porque no alcanza para una duracell", me terminó de gritar cuando iba encaminado. Llegué al kiosko más cercano y pedí una pila. Y como pensé, solamente habían alcalinas. Así que saqué doscientos pesos y con los trescientos que me pasó compré una duracell.

"Ahí te puse el resto de la plata Elvis, te compré una duracell", le dije. "Ya", me contestó. Vi la hora y me tenía que ir.

"Ya Elvis, te dejo, que estés bien", y le toqué el hombro.

"Chao viejito", me dijo, mientras ponía la pila dentro del reproductor del mp3. Aunque no me quedé a escuchar el repertorio, al final me sentí parte de su show también.

 
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"La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: si o no. en su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana."